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Publicado el 02 de agosto de 2022 por José María Bermúdez de Castro

Atapuerca nos ha regalado un nuevo tesoro para el estudio de la evolución humana

El rostro humano es muy peculiar en el conjunto de primates vivos y extinguidos. En la parte inferior de nuestra cara destaca la barbilla o mentón, que tiene soporte óseo en la región anterior de la mandíbula. El mentón es un rasgo particular de Homo sapiens, que nos otorga un perfil exclusivo y elegante. En la región media de la cara, los pómulos se construyen sobre el hueso cigomático formando un resalte característico a ambos lados de la nariz y en el ángulo inferior externo de los ojos. Este hueso tiene continuidad con el hueso maxilar formando la placa infraorbital, que se orienta en el plano coronal y se inclina ligeramente hacia atrás, dejando un amplio hueco donde las mejillas se conforman gracias a varios músculos: bucinador, risorio y cigomáticos, entre otros.

 

Cerca de la apertura piriforme —la entrada ósea del aire que respiramos —el maxilar se pliega para dar soporte a la nariz, que se proyecta en nuestra cara plana siguiendo las directrices de la forma de los huesos nasales. La parte superior de la cara queda muy bien definida por los arcos superciliares, que bordean la parte superior de las cavidades orbitarias izquierda y derecha, la región glabelar situada entre estas dos cavidades, y la región verticalizada del hueso frontal.

 

Nuestra cara no tiene paragón en el grupo de los primates. Ni tan siquiera los miembros más recientes del género Homo, incluidos los neandertales, exhiben un conjunto de rasgos faciales tan singular.

 

En particular, la cara media destaca por su enorme complejidad. No es para menos, puesto que da soporte óseo a la parte inicial del tubo digestivo y de las vías aéreas, el sistema olfativo y la parte inferior de los órganos de la visión. La evolución de esta región del cráneo durante la filogenia humana ha estado indudablemente unida a la modificación de las partes blandas de la cara y su relación con regiones muy sensibles para la vida. No puede extrañar que los expertos en paleoantropología le hayan dedicado tanta atención.

 

Cuando se conoció bien el rostro de los neandertales quedó todavía más patente nuestra singularidad. La cara media de los neandertales presenta rasgos distintivos, incluida la orientación parasagital de la placa infraorbital, que se proyecta hacia delante. Durante algún tiempo se consideró que los neandertales mostraban una versión primitiva de la forma de la cara. Nosotros tendríamos la versión final, derivada y única entre todos los homínidos. Sin embargo, algunos expertos estudiaron con mucha atención la forma de la cara de los neandertales y llegaron a la conclusión que el rostro de nuestros primos hermanos también es derivado y singular. En particular, cabe destacar el trabajo del paleoantropólogo israelí Yoel Rak, y su trabajo titulado: The Neanderthal: A new look at an old face, publicado en 1986 en la revista Journal of Human Evolution, en el que se describe con todo lujo de detalles la forma de la cara tan peculiar de los neandertales.

 

Poco tiempo después, en 1994, se encontraron en el nivel TD6 del yacimiento de la Gran Dolina, de la sierra de Atapuerca restos de la cara media de varios individuos datados en más de 800.000 años, que en 1997 fueron incluidos en la especie Homo antecessor. Resultó sorprendente comprobar que aquellos individuos tuvieron una cara media similar a la nuestra. El hallazgo no encajaba en los esquemas, a menos que esa parte de la cara hubiera aparecido en la evolución del género Homo mucho antes de lo que la paleoantropología había imaginado. Fue así como surgió un debate que aún no se ha cerrado.

 

La ciencia es así; nunca podemos dar por zanjado un asunto, y menos si tiene la importancia de éste. Para algunos investigadores, la cara media moderna apareció en varios lugares de África y de Eurasia y en momentos diferentes por convergencia evolutiva. No obstante, los hallazgos no han dejado de producirse en muchos yacimientos de África y Eurasia y las evidencias se alinean poco a poco con la sugerente hipótesis que postula una conformación diacrónica de las diferentes regiones del semblante de nuestra especie. Mientras que el mentón y la suavización de los rasgos de la cara superior parecen ser relativamente recientes y exclusivos de nuestra especie, la cara media pudo aparecer hace mucho tiempo y en un evento evolutivo único. Nos preguntamos entonces cuándo, dónde y en qué especie se conformó una cara media como la nuestra. Para responder a estas cuestiones necesitamos más evidencias.

 

Durante la campaña de campo de 2022 en la sierra de Atapuerca hemos tenido la inmensa fortuna de encontrar parte de la cara media de un homínido, que pudo vivir hace alrededor de 1,4 millones de años. Este hallazgo se ha producido el último día del mes de junio en el nivel TE7 del yacimiento de la cueva de la Sima del Elefante. En sí mismo, este hallazgo es importantísimo porque el fósil hallado (catalogado como ATE7-1) representa la evidencia directa más antigua de un homínido en la sierra de Atapuerca y la certeza de que una población humana vivió en la península ibérica hace mucho más tiempo del que un día imaginaron los expertos.

 

 

Las muestras geológicas recogidas pocos días después del hallazgo se datarán por varios métodos y en varios meses tendremos un rango temporal en el que ubicar este hallazgo y los demás fósiles y las herramientas encontrados en TE7. Por el momento, se puede inferir que el clima reinante cuando se depositó este nivel era cálido y en los alrededores del yacimiento había lagos de cierta entidad En ellos se bañaban los hipopótamos, nadaban las tortugas y pescaban los pigargos, cuyos restos también están bien representados en ese nivel. Sospecho que TE7 se formó en alguno de los episodios cálidos ocurridos en el tramo temporal de entre 1,3 y 1,4 millones de años. Los expertos en geocronología tienen la palabra.

 

¿Qué podremos averiguar con este hallazgo? La descripción de ATE7-1 podrá explicarnos cómo era la morfología de la cara media de los primeros europeos. La primera idea que nos viene a la cabeza es la de un semblante primitivo, similar al que tuvieron los homínidos africanos y asiáticos incluidos en Homo ergaster y Homo erectus. Pero esta idea debe contrastarse mediante comparaciones muy detalladas; quizá nos encontremos con alguna sorpresa. Hay que recordar que la península ibérica se localiza en el extremo más occidental de Eurasia y que su conexión con el resto del continente siempre fue muy tenue a través de corredores muy estrechos a ambos lados de la cordillera pirenaica. Casi podemos decir que la península ibérica tiene condiciones de insularidad, donde todo es posible en términos evolutivos.

 

En cualquier caso, el yacimiento de la Sima del Elefante se localiza a escasos 200 metros del yacimiento de la Gran Dolina, donde la especie Homo antecessor cambió nuestros esquemas no hace tanto tiempo. El origen de la cara media moderna sigue siendo una incógnita y el maxilar del nivel TE7 nos impone un reto al que estamos dispuestos a enfrentarnos en estos próximos meses.

 

José María Bermúdez de Castro Risueño

Codirector de las excavaciones en Atapuerca

Fotografía: María Dolors Guillén (Equipo de Investigación de Atapuerca)