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Publicado el 21 de enero de 2013 por José María Bermúdez de Castro

Burgos: ¡Ahora o nunca!

A principios de enero, The New York Times publicó un reportaje verdaderamente histórico para la ciudad de Burgos. Nuestra ciudad ha sido elegida como uno de los 46 lugares más interesantes del mundo para visitar en 2013. Burgos comparte este gran honor con ciudades como Amsterdam, Bangkok, Nueva Delhi, Oporto, Oslo, París o Río de Janeiro, por citar los lugares más conocidos de la lista. Para los más escépticos sobre la bondades de Burgos, este dato ofrecido por el prestigioso diario norteamericano debería constituir un motivo de reflexión. Cierto es que durante años Burgos ha preferido vivir encerrada en sí misma, quizá como garante de las virtudes castellanas de austeridad y discreción. Sin embargo, ha llegado el momento de abrir las mentes hacia un modelo y una dimensión diferentes. Como reza el título de este breve alegato, podemos afirmar con la mayor de las intenciones: ¡ahora o nunca! No es menos cierto que Burgos perdió su oportunidad de ser elegida ciudad europea de la cultura. Pero esto no es un demérito, como ha demostrado la cuidada selección de The New York Times. Los burgaleses se llevaron una tremenda decepción por aquel resultado. En las semanas previas al fallo del jurado se percibía en la ciudad una ilusión, que tal vez nunca se había vivido hasta entonces. Es pues el momento de renovar la autoestima. Que Burgos sea en 2013 capital española de la gastronomía ha influido sin duda en la decisión del jurando que ha elegido nuestra ciudad como destino preferente. Una gran oportunidad para atraer a un tipo de turismo más internacional. Aunque tales honores solo duran un año, siempre quedará un público cautivo de las excelencias culinarias de la ciudad y su provincia.

 

Recuerdo que hace ya un par de años se debatía en el seno de la Comisión Científica del Museo de la Evolución Humana sobre la cantidad de extranjeros que habían visitado las exposiciones de la nueva institución hasta ese momento. El porcentaje era muy pequeño y resultaba preocupante. Claro que la comparación se realizó con el Museo de la Artes y las Ciencias de Valencia, una ciudad por la que transita buena parte del turismo llegado de fuera de nuestras fronteras. Se concluyó que Burgos no podía competir con lugares donde el sol y las temperaturas agradables están garantizados durante buena parte del año. Somos un país turístico, que basa la mayor parte de su éxito en esas virtudes. Muchos de los extranjeros que llegan a las costas levantinas aprovechan su estancia para visitar lugares emblemáticos y bien recomendados por los operadores turísticos. Ante este panorama, ¿tenemos que arrojar la toalla en la posibilidad de aumentar el número de extranjeros que lleguen a Burgos como destino cultural? Ciertamente no. Por la ciudad de Burgos transita ya una ingente cantidad de personas llegadas de otros países; pero están solo de paso en su recorrido por el Camino de Santiago, patrimonio de la humanidad en el tramo que recorre la provincia. La visita a la catedral es obligada, por supuesto; no en vano los peregrinos tienen la oportunidad de contemplar una joya del gótico, también patrimonio de la humanidad; pero los peregrinos retoman enseguida la senda que les llevará hasta su destino final. El camino es largo y no pueden detenerse mucho tiempo. Antes de la llamada Primavera Árabe, el número de extranjeros que visitaba las pirámides de Guiza era de unos 14 millones. Cierto es que las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos representan una de las maravillas del mundo, alimentada por una historia fascinante, pero también por mitos y leyendas. Los extranjeros que desean contemplar los vestigios del antiguo Egipto no tienen intención de bañarse y tomar el sol. La visita es esencialmente cultural y casi diría que vital. Una verdadera peregrinación al encuentro con la historia universal de una de la civilizaciones más antiguas del mundo. Sin necesidad de marcarse metas tan ambiciosas, no debemos olvidar que a escasos 14 kilómetros de Burgos está nada menos que la cuna de la humanidad europea.

 

El Museo de la Evolución Humana custodia una parte significativa de los vestigios de los primeros humanos que poblaron el continente. Este hecho puede tomarse como un mero reclamo turístico o puede tener un significado mucho más profundo. La sierra de Atapuerca no tiene edificios merecedores de compararse con los grandes logros arquitectónicos de la historia más reciente. La larguísima historia de Atapuerca tampoco ha dejado testimonios escritos. Todo tiene que inferirse a través de vestigios arqueológicos y paleontológicos. Las historias que podamos contar carecen del misterio que envuelve las tramas, insidias y luchas por el poder en el antiguo Egipto y que la cinematografía o los medios de comunicación han elevado a rango de leyenda. Si Atapuerca se entiende desde la frialdad de los números y se considera tan solo como un elemento de interés para atraer visitantes, el fracaso está garantizado. He tenido la oportunidad de acompañar a muchos visitantes, que se han quedado fascinados ante los andamios de la cueva de la Gran Dolina o ante el cráneo de “Miguelón” ¿Qué está pasando por las mentes de estas personas?, ¿qué profundo significado encuentran en esta contemplación? Como nos sucede a los que investigamos en Atapuerca, el encuentro con los restos originales de sus ancestros de hace miles de años tiene un simbolismo muy emotivo. Burgos cuenta con una singularidad, que aún tiene que ser interiorizada por sus ciudadanos. Si falta el orgullo de poder ofrecer a tus visitantes un valor único y universal, difícilmente se podrán transmitir sentimientos y acoger a los miles de visitantes que podrían llegar de todo el mundo en años venideros. José María Bermúdez de Castro Risueño. Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, Burgos