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Publicado el 28 de agosto de 2013 por Marina Lozano

Excavar en Atapuerca

Empecé a excavar en Atapuerca en julio de 1996. Desde entonces la metodología empleada para excavar ha ido cambiando, adaptándose a los avances tecnológicos, aunque la recuperación y extracción de piezas sigue haciéndose de manera manual y minuciosa. Cada año, entre junio y julio, se desarrolla a lo largo de un mes o mes y medio la campaña de excavación en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Se trabaja todos los días, excepto los sábados que es el día de descanso semanal. El trabajo de campo empieza a las nueve de la mañana cuando llegamos a los yacimientos. Esta campaña en la Sierra de Atapuerca se ha excavado simultáneamente en ocho yacimientos (Trinchera del Elefante, Galería, Gran Dolina, Portalón, Galería de las Estatuas, Sima de los Huesos, Cueva de El Mirador y Fuente Mudarra). Cada uno de ellos tiene un equipo de excavadores y, salvando ciertas particularidades, la metodología empleada es la misma en todos. A modo de ejemplo, vamos a imaginar que excavamos en el yacimiento de Gran Dolina en el nivel TD10-3. Observaremos que la superficie de excavación está dividida en metros cuadrados, marcados sobre el sedimento con una cuadrícula hecha de cordón de goma. Para identificar cada uno de los cuadros utilizamos un sistema de letras y números, donde el eje vertical son los números y el horizontal las letras. Hoy vamos a trabajar en el cuadro N19. Cada cuadro es excavado por uno o dos excavadores (que pueden ser arqueólogos, paleontólogos, geólogos y paleoantropólogos).

 

El kit de herramientas básicas de cada excavador está compuesto por un martillo y un destornillador para ir retirando lentamente el sedimento, un pincel y un recogedor para barrer y retirar el sedimento que se vierte en un cubo. Además, dependiendo de la dureza del sedimento tendremos que usar cincel, maza, piqueta… A medida que avanza el proceso de excavación, van apareciendo restos óseos y dentales de una gran variedad de animales y herramientas líticas realizadas en diferentes materias primas. Los restos que aparecen no se pueden recoger sin más y llevárselos, si no que hay que documentar el lugar exacto en el que han aparecido. Retirar el sedimento que rellena las cuevas y que ha enterrado y protegido los restos arqueológicos durante miles de años implica la destrucción del yacimiento, por este motivo es muy importante documentar exactamente dónde y en qué condiciones se ha encontrado cada pieza, es decir, recoger sus coordenadas exactas. El extremo inferior izquierdo de cada cuadro representa el punto 0,0 de las coordenadas en el que el eje horizontal es la X y el vertical es la Y. Pongamos por ejemplo que hemos encontrado una lasca de cuarcita en nuestro cuadro, N19. Registraremos a qué distancia de X y de Y se encuentra midiendo la distancia desde los ejes. Otro dato útil es la profundidad a la que se encuentra respecto a un punto 0 establecido en el nivel donde estaba la superficie cuando empezamos a excavar el yacimiento. En el sistema de coordenadas la profundidad representa la Z. Para conocer la Z, tomamos la cota con un nivel laser y un jalón. Hasta hace unos años, todo este proceso se realizaba manualmente y se transcribía en hojas de registro asignadas a cada cuadro. Sin embargo, la tecnología ha hecho que este proceso sea más rápido y cómodo. En la actualidad, la hoja de registro en papel ha sido sustituida por  PDA (agendas electrónicas) con un software específico que permite introducir todos estos datos para la totalidad de registros recuperados. La toma de coordenadas (X, Y, Z) está automatizada, utilizamos una mira láser conectada a una estación total que detecta el cuadro y las coordenadas exactas al ponerla al lado del objeto que queremos registrar y activando la orden desde nuestra PDA. Una vez tenemos estos datos, debemos introducir la orientación que tiene la pieza con respecto a un norte teórico, que en el yacimiento de Gran Dolina está establecido en la sección que se correspondería con el Este geográfico.

 

Finalmente, indicaremos las medidas de la pieza: el largo, ancho y grosor de la lasca de cuarcita. Una vez cumplimentados todos los datos, estos son enviados a un ordenador central instalado en el mismo yacimiento. Sólo entonces recogeremos la lasca de cuarcita y la introduciremos en una bolsa de autocierre en la que habremos pegado una etiqueta (imprimida en el propio yacimiento una vez enviados los datos al ordenador central). La etiqueta de esta lasca de cuarcita indicará que la hemos recuperado en la campaña de 2013, en el yacimiento de Gran Dolina, en el nivel TD10-3, en el cuadro N19, que estaba a una profundidad de 400 cm respecto el nivel 0, y que es el registro 57 recuperado este año en este cuadro. Los datos de localización y orientación de las piezas serán de gran utilidad para comprender cómo se ha formado el yacimiento, pero también ayudará a establecer la función que tenía cada zona de la cueva cuando fue habitada por los homínidos. De ahí la importancia de documentarlo todo con la mayor exactitud. Una vez recogida la pieza, seguimos excavando. A medida que vamos retirando el sedimento, lo vamos depositando en el cubo que tenemos asignado. Una vez lleno, el sedimento no se tira si no que se vacía en un saco en el que introducimos una etiqueta con los datos del yacimiento, el cuadro y el intervalo de profundidad en el que estamos excavando. Ese saco con sedimento junto con todos los demás se lava y se criba en el río Arlanzón. En el sedimento quedan atrapados los restos de micromamíferos, huesos y dientes demasiado pequeños para recuperarlos en la excavación normal. Los micromamíferos aportan una valiosa información que ayuda tanto a la reconstrucción medioambiental como a la datación de los niveles arqueológicos. Al final de la jornada de excavación, todo el material recuperado ese día se deposita en unas cajas que se llevarán al laboratorio. El proceso de trabajo en el laboratorio, no obstante, tiene su propia metodología, que daría lugar a otro post.