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Publicado el 23 de octubre de 2013 por Emiliano Bruner

Los nombres escritos en las rocas

Parece que cada nuevo hallazgo en paleoantropología “revolucione” los conocimientos en este sector de la antropología evolutiva. Esto, aunque pueda que el campo sea un estuche de maravillas, en realidad denota cierta falta de estabilidad de esta disciplina. Esta semana tenemos un nuevo cráneo y una nueva revolución. El yacimiento de Dmanisi, en el Caucaso, es muy peculiar. Era un sitio arqueológico centrado en temas históricos de edad medía, cuando de repente ya hace unos cuantos años hubo un cambio de rumbo: se hallaron ahí cráneos muy completos del Pleistoceno Inferior, alrededor de 1,8 millones de años. Hasta la fecha, son los cráneos humanos (es decir, del género Homo) más antiguos encontrados fuera de África. Los historiadores tuvieron que reciclarse bastante para aprovechar de este afortunado cambio de cronología, y se hicieron pronto paleontólogos en un campo donde la atención de los medios de comunicación y el prestigio científico dependen patentemente de la “propiedad académica” de estos preciosos restos anatómicos mineralizados.

 

Los cráneos de Dmanisi, cinco con este último que se presenta esta semana con una publicación en Science, revelan una variabilidad inesperada y difícil de explicar. Recuerdan un poco las formas arcaicas asiáticas (H. erectus), pero también tienen algo de las formas africanas (H. ergaster), y finalmente comparten cierto aire de familia con formas todavía más antiguas (H. habilis y el género Australopithecus). Cada uno de los cinco es diferente de los otros compaisanos, y a la vez tiene algo que recuerda todo los demás. Con este último cráneo “quimérico” (un poco de todo pero parecido a nada) los autores firmemente optan para una interpretación ya debatida desde muchos años: las que pensamos ser especies diferentes, en realidad es una sola especie, pero muy muy variable.

 

El concepto de especie es un ladrillo fundamental de la teoría evolucionista, pero si se intenta aplicar estrictamente a la variabilidad biológica puede dar mucha guerra y mucho que discutir. Ya trabajando con las especies actuales, vivas, la cosa no es siempre tan fácil. Una especie se supone que sea una “unidad” biológica, que no se cruza con las otras y evoluciona por su cuenta. Pero hay especies que no se cruzan solo porque no se encuentran físicamente (viven en áreas diferentes o en momentos y épocas diferentes) pero sí que lo podrían hacer, como lo hacen por ejemplo cuando están en cautividad. Y sobre todo hay especies que, aunque siendo patentemente diferentes en todos los aspectos biológicos, se cruzan entre ellas sin ningún problema en situaciones naturales.

 

En los primates hay muchos casos, y se llegan a cruzar hasta géneros diferentes, es decir grupos zoológicos que son increíblemente disimiles y que se han separado a nivel evolutivo hace 5 o 10 millones de años. Además los híbridos pueden parecerse a una de las dos especies originarias, a un promedio de ambas, o a ninguna de las dos, creando muchas dificultades a la hora de interpretar esto a nivel de las dinámicas de las poblaciones. En paleontología el tema es evidentemente mucho más problemático, porqué tenemos solo unos pocos fragmentos de hueso para interpretar las variaciones biológicas. Mientras que con los grupos zoológicos vivos podemos contar con muchas fuentes de información para identificar y delimitar las especies (anatomía, genética, fisiología, ecología, comportamiento, etc.), en paleontología solo podemos contar con la forma de los huesos (morfología). Encima, la forma anatómica es un indicador bastante pobre en este sentido: sabemos de sobra que existen especies distintas pero con la misma morfología, y en cambio especies que presentan una diversidad morfológica increíble (por diferencias entre regiones geográficas, o entre sexos, o simplemente entre individuos). Total, si encuentro dos fósiles puedo calcular con herramientas estadísticas su grado de “semejanza”, pero esto no me garantiza la posibilidad de saber si pertenecían a la misma especie o no.

 

Si ya sabemos que la morfología por sí misma no puede dar certezas en este sentido, ¿porque nos empecinamos a “nombrar fósiles” continuamente? Bueno, primero porque no pasa nada. Si acierto pues bien, pero si me equivoco tampoco hago daño a nadie. Segundo porqué la paleoantropología es una disciplina que se nutre constantemente de atención mediática, y tiene que despertar la curiosidad del público para que revistas y medios de comunicación le hagan caso. En una disciplina donde hasta se llega a dar nombres y apodos a los fósiles como si fuesen muñecos o personajes de los dibujos animados, se ha creado la impropia necesidad de llegar a un “resultado contundente” en cada artículo, y en cada investigación.

 

Es evidente que en general la ciencia no trabaja de esta forma, y lo más adecuado sería llegar solo a las conclusiones efectivas que un estudio puede alcanzar, dejando el resto a especulaciones y opiniones personales. Estamos acostumbrados a leer “evidencias indiscutibles” que, según los autores de uno o de otro artículo,  defienden todas las hipótesis,  así como todas las hipótesis opuestas. Está claro que, con esta falta de estabilidad en el debate, cada nuevo hallazgo desate nuevas polémicas, que entretendrán el público hasta la siguiente publicación.

 

En el Pleistoceno Inferior la variabilidad humana, así como nos la cuenta el registro africano, asiático, y los cinco cráneos de Dmanisi, no encaja muy bien en esquemas lineales y homogéneos. En el Pleistoceno Medio la situación hasta empeora, con una especie como H. heidelbergensis que presenta una variación sorprendente y otra vez difícil de enmarcar en un contexto biológico claro y sencillo. En el Pleistoceno Superior tenemos los humanos modernos y los Neandertales. Y también en este caso, a pesar de que para ellos tenemos un registro fósil muy bueno, y a pesar de las diferencias patentes entre estos dos grupos, el debate sobre sus relaciones genéticas sigue desde décadas sin avances, con partidarios de todas las opciones cada uno firme sobre sus perspectivas. Todo esto dentro de un grupo zoológico, los Primates, donde se sabe que las especies se pueden cruzar y generar híbridos con características nuevas, lo cual hace el juego todavía más complejo.

 

Quizás habría que preocuparse menos de los nombres de las especies (un tema importante pero que siempre se quedará en el contexto de la especulación) e interesarse más por el significado biológico de todas estas variaciones anatómicas, dedicando más tiempo al conjunto del registro fósil y evitando centrar demasiado la atención en individuos aislados. Quizás en general habría que replantearse algunos objetivos, abandonando aproximaciones evolutivas que ya empiezan a ser bastante anacrónicas en un mundo donde el procesamiento de informaciones se hace cada día más complejo. En ciencia y en investigación, una buena pregunta vale mucho más de una insondable respuesta.  

 

Referencias  Ackermann RR. 2010. Phenotypic traits of primate hybrids: recognizing admixture in the fossil record. Evol. Anthropol. 19:258-270. Bokma F, Van den Brink V, Stadler T. 2012. Unexpectedly many extinct hominins. Evolution 66:2969-74. Bruner E. 2013. The species concept as a cognitive tool for biological anthropology. Am. J. Primatol. 75:10-15. Bruner E. 2013. Language and hybrids: too many answers for too few questions. J. Anthropol. Sci. 91. Holliday TW. 2003. Species concepts, reticulation, and human evolution. Curr. Anthropol. 44:653-673. Lordkipanidze D, Ponce de León MS, Margvelashvili A, Rak Y, Rightmire GP, Vekua A, Zollikofer CP. 2013. Acomplete skull from Dmanisi, Georgia, and the evolutionary biology of early Homo. Science 342:326-31. Tarver JE, Donoghue PCJ, Benton MJ. 2011. Is evolutionary history repeatedly rewritten in light of new fossil discoveries ? Proc R Soc B 278:599-604. TattersallI.2007. Neanderthals, Homo sapiens and the question of species in paleoanthropology. J Anthropol Sci. 87:139-146.   Emiliano Bruner. Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, Burgos http://paleoneurology.wordpress.com