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Publicado el 19 de noviembre de 2012 por Antonio Rosas

Plumas sobre neandertales: herencia común o evolución paralela

Son cada vez más las evidencias arqueo-paleontológicas que apuntan al empleo de elementos simbólicos en la sociobiología de los neandertales. Los elementos materiales de tales símbolos recaen de un modo muy similar, si no idéntico, a los que conocemos en las culturas de nuestra propia especie (quizá por eso podamos reconocerlos). Ejemplos de ellos son los objetos y materiales empleados en la decoración corporal, tales como abalorios y cuentas de collar encontrados en los niveles chatelperronienses de Arcy-sur-Cure (Francia), los “lápices” de manganeso y óxidos de hierro de este mismo yacimiento, o los más antiguos y discutidos de Maastricht-Belvédère, con 200.000 años de antigüedad. O los restos de pigmentos reflectantes hallados sobre conchas usadas por los neandertales de la cuevas de los Aviones y Antón en Murcia, de hace 50.000 años. En la misma dirección, Peresiani y colaboradores han propuesto que los neandertales hicieron un uso frecuente de las plumas de diferentes especies de ave, basándose en el estudio de los restos de ave recuperados en la cueva de Fumane (Italia), con una antigüedad de 44.000 años. Posteriormente, Finlayson y colaboradores, han publicado un estudio en el que sostienen que tal comportamiento se puede generalizar a una amplia franja temporal y geográfica, más allá del caso particular de Fumane.  Los neandertales usaron plumas alares, en especial de córvidos y de rapaces diurnas, para un uso ornamental y por ende con finalidad simbólica. La evidencia más firme para tal afirmación reside en la presencia de marcas de corte sobre huesos de las alas; marcas producidas en acciones con fines no utilitarios, como serían la extracción de carne alimentación o de plumas como estabilizador de proyectiles.

 

La sobrerrepresentación de huesos de la extremidad anterior de aves en los yacimientos también es usada como evidencia, aunque cabe comentar que una sobreabundancia de los huesos de las alas puede también deberse a los hábitos de predación de rapaces y pequeños carnívoros. Un tercer argumento reside en una sistemática asociación tafonómica entre ocupaciones neandertales y restos de córvidos y rapaces, en un amplio abanico geográfico y temporal. Cada vez más nos encontramos con que comportamientos y capacidades pretendidamente exclusivas de la modernidad sapiens fueron también conseguidos por los neandertales. La pregunta clave es ¿cómo han llegado a desarrollarse esas aptitudes “iguales” en ambas especies? Los comportamientos simbólicos deben tener unas bases biológicas relacionadas de una u otra forma con la organización de los circuitos neuronales, con sus procesos de modelado durante el aprendizaje y, en última instancia, con los genes que instruyen y regulan la formación de sus elementos primarios. Planteada en estos términos, acotamos los límites de nuestra pregunta recurriendo de nuevo a la famosa frase del gran Dobzhansky: “en biología, nada tiene sentido si no es a luz de la evolución”. Se han planteado tres posibilidades para explicar la evolución de las capacidades simbólicas en sapiens y neandertales. Una primera puede corresponderse con el fenómeno de  la transferencia horizontal de genes (o de nemes, unidades básicas de pensamiento). En el ámbito de la cultura, este fenómeno se conoce como aculturación. En el caso que nos ocupa, hipótesis de la transferencia de comportamientos simbólicos por imitación desde sapiens a neandertales puede descartarse ya que se han detectado aptitudes simbólicas en neandertales en un tiempo anterior al contacto de éstos con los cromañones, hipotéticos originadores del comportamiento moderno. Nos queda por tanto una dualidad de hipótesis estrictamente evolutivas. Bien el comportamiento simbólico se desarrolló independiente en los linajes de H. sapiens y de H. neanderthalensis. O bien, la aptitud para el simbolismo fue heredada en ambas especies desde antepasado común. El hacer uso de las plumas para adornarse es considerado un universal invariante de todas las culturas humanas (pensemos en los indios de las praderas o en los tocados de las señoras de Ascot). Ahora sabemos que los neandertales también lo hacían. Visto desde esta óptica, parece difícil pensar que tal comportamiento se deba a una evolución independiente en todos o algunos de esos casos. Tal universal es más lógico achacarlo a una herencia común.

 

Dicho esto, en la historia de la humanidad hay también ejemplos de desarrollos culturales de primer orden que han aparecido de manera independiente en varios focos y en momentos próximos. La domesticación quizá sea uno de los mejores modelos. La otra opción evolutiva consiste en que la aptitud para el simbolismo fuese heredada en ambas especies desde un antepasado común. Tal hipótesis sería la más parsimoniosa, ya que reúne todas las premisas de una generalidad de los procesos evolutivos. Sin embargo, los datos empíricos no parecen avalarla. Para que tal hipótesis pudiera mantenerse tendrían que aparecer signos de aptitudes simbólicas (adornos personales) en dicho antepasado común. En nuestro caso, éste se corresponde con una especie que algunos llamamos Homo anteccesor y otros H. heidelbergensis. En cualquiera de estos dos casos, u otras posibles alternativas, no existen, hoy por hoy, evidencias que indiquen que hubiese ninguna especie de Homo que practicara tales comportamientos hace al menos 400.00 años. Con lo que hemos expuesto, pocas salidas nos quedan. Ninguna de las tres hipótesis parece encontrar apoyo sólido, ni en el registro fósil ni en el etnográfico. No obstante, la moderna biología del desarrollo puede sacarnos del apuro. Esta disciplina ha introducido el concepto de “homología profunda”, que permite explicar casos de aparición evolutiva de caracteres de un modo aparentemente independiente. El fundamento de tal homología reside en la posesión compartida por diferentes especies (o grupos de organismos) de una misma batería de genes reguladores, que ya estaban presentes en su antepasado común pero que no se expresaban en él. La posterior evolución del grupo lleva a que en los linajes descendientes de este antepasado común se exprese esta batería de genes, dando lugar a la aparición de sus productos –caracteres similares- mediante un proceso de evolución (aparentemente) independiente. Nos queda mucho por saber, pero el origen del simbolismo en distintos linajes humanos, tomando como ejemplo el uso de las plumas como ornamentación personal, bien podría explicase por un fenómeno de homología profunda. Seguiremos… Antonio Rosas. Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC