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Publicado el 12 de diciembre de 2022 por Alfonso Benito Calvo

El Alto Ebro, ¿entrando en la madurez?

El Alto Ebro, un río que ha formado agrestes cañones y responsable de fuertes capturas fluviales, resulta estar entrando en un estado de madurez donde la incisión fluvial está cesando y cerca de su estado de equilibrio. El estudio de este valle ha proporcionado evidencias para comprender a escala global los mecanismos de formación de los valles durante el Cuaternario.

 

Los valles fluviales son uno de los accidentes más comunes y reconocibles de nuestra geografía, donde la presencia de abundantes aguas, sedimentos y terrenos fértiles ha sido un recurso fundamental para el desarrollo de ecosistemas y culturas, especialmente durante la prehistoria. La erosión de los ríos a lo largo del Cuaternario, ha ido excavando valles, modificando los ambientes y modelando el paisaje hasta nuestros días. 

 

Pero, ¿qué factores han controlado la incisión fluvial que excavó los valles durante el Cuaternario? Entre los factores que controlan la erosión de los ríos destacan la resistencia del sustrato geológico, la energía del agua y el clima. El grado de resistencia de cada sustrato frente a la erosión, o erodibilidad, afecta a la velocidad de incisión de los ríos, pudiendo encontrarse zonas rocosas muy resistentes que frenan la incisión en los valles y forman saltos o cascadas. Otro factor fundamental es la energía potencial del agua, generada por la pendiente o diferencia de altura respecto a la distancia que el agua debe salvar desde su posición hasta el punto más bajo donde desagua, también conocido como nivel de base. Esta energía controla la velocidad del agua que influye en su capacidad de erosión, o erosividad. Por otro lado, los cambios climáticos a lo largo del Cuaternario han afectado a la precipitación y a la temperatura, controlando y variando el caudal de los ríos y la presencia de vegetación en el territorio, que también habrían determinado la capacidad de erosión y transporte de los ríos.

 

Un patrón muy común observado en distintos ríos del mundo es una tendencia a formar valles cada vez más profundos y estrechos a lo largo del Cuaternario (río Amarillo, cañón del Colorado, Rin, Támesis, etc). Esta tendencia de los valles se relacionan con un aumento, o aceleración, de la velocidad de incisión de los ríos, especialmente desde hace 0,7-1,2 millones de años hasta la actualidad. Esta aceleración, aparentemente global, ha sido comúnmente asociada a levantamientos tectónicos generalizados en el planeta que estarían rejuveneciendo el relieve y la energía de los ríos; y también a un aumento de la severidad climática, ya que hace aproximadamente un millón de años se produjo un cambio en la ciclicidad climática cuaternaria, que dio lugar a ciclos climáticos más extremos y de mayor duración, los cuales podrían haber favorecido la erosión fluvial.

 

En el estudio de este patrón global y de sus causas, uno de los valles más llamativos de nuestra geografía, el Alto Ebro, ha arrojado resultados inesperados, con implicaciones relevantes para comprender los mecanismos de excavación de los valles. La cabecera del río Ebro presenta evidencias espectaculares de fuertes incisiones fluviales, como los cañones con más de 220 m de profundidad que cortan los relieves de la Cordillera Cantábrica (Alto Ebro, Rudrón), o la captura que la red fluvial del Alto Ebro (“agresora”) produjo en parte de la cuenca hidrográfica del Duero (“víctima”), formando el espectacular escarpe de captura localizado en la Depresión de la Bureba, cerca de Hontomín. No obstante, parece que estos accidentes geográficos serían heredados de tiempos pretéritos, ya que resultados recientes muestran que la capacidad de incisión del río ha disminuido significativamente durante el último millón de años. La formación del Alto Ebro fue estudiada identificando y datando la secuencia de terrazas fluviales que definen su evolución cuaternaria, dando como resultado que la velocidad de incisión del Alto Ebro está en deceleración y ha ido frenándose desde hace 1,2 millones de años hasta la actualidad. De hecho, los resultados indican que la incisión del río podría cesar en el futuro próximo, ya que está cerca de su estado de equilibrio, alcanzando la estabilidad propia de una fase de madurez. Esta disminución en la incisión no se vio revertida por los cambios en la ciclicidad climática ocurridos al inicio del Pleistoceno medio, ni es explicable por la presencia de litologías resistentes. Por el contrario, parece más relacionada con el cese de la energía potencial asociada a cambios en el nivel de base. La formación de los grandes valles cuaternarios del norte de la península ibérica (Ebro, Duero, Tajo) se desencadenó cuando las cuencas terciarias, hasta entonces cerradas, fueron capturadas y se abrieron al mar. Eso generó una diferencia de altura o cambio de su nivel de base, entre la posición de las antiguas cuencas (situadas a centenares de metros sobre el nivel del mar) y el nuevo punto más bajo (0 m, a nivel del mar), desencadenando una ola de incisión fluvial remontante que se transmitió desde la costa hasta las zonas interiores, y fue formado los valles a lo largo de millones de años. En el caso del Alto Ebro, parece que la energía derivada de esta apertura de la cuenca al Mar Mediterráneo habría dejado de ser operativa y el río estaría alcanzando su perfil de equilibrio. A su vez, el descenso en la incisión indicaría que este sector de la Cordillera Cantábrica no habría sufrido movimientos tectónicos significativos capaces de rejuvenecer el terreno y proporcionar nueva energía al sistema fluvial. Por tanto, los resultados obtenidos en el Alto Ebro no sólo muestran una disminución en su capación de incisión, contraria al patrón de aceleración global descrito hasta la fecha, sino que además indica que el factor indispensable para la incisión en los valles sería la energía relacionada con diferencias de altura en su nivel de base, causadas por ejemplo por tectónica o capturas fluviales. Ante este cese de la incisión, cabría esperar que la evolución futura de un Alto Ebro entrando en una fase de madurez fuese ampliar y ensanchar los valles, pasando a ser “víctima” en sus relaciones con el sector nororiental de la cuenca hidrográfica del Duero, cuyos valles aún están en un estado de formación más joven e inmaduro.

 

Foto: La ciudad medieval de Frías sobre el Valle de Tobalina, uno de los tramos estudiados del Alto Ebro. Foto: Alfonso Benito Calvo.