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Publicado el 31 de julio de 2023 por José Ramón Alonso

El mono gigante

Autor: José Ramón Alonso

 

Nos fascinan los seres extraordinarios: los muy rápidos, los muy fuertes, los muy pequeños, los muy viejos, los muy grandes. La empresa Guinness ha hecho su negocio contándonos ese mundo de lo más y lo menos en su famoso libro de los récords. Este libro ostenta él mismo varios registros especiales como el ser el más vendido con derechos de autor de todos los tiempos (no puede competir con la Biblia, pero Dios no necesita cobrar derechos) y también el más robado de las bibliotecas públicas de Estados Unidos. De las muchas categorías recogidas, una que para mí se lleva la palma del interés y la fascinación es, sin duda, los gigantes.

 

El ser humano más grande conocido fue Robert Wadlow, un estadounidense que alcanzó los 2,72 metros de altura. Como en muchos otros casos esa altura excepcional se debía a una producción aberrante de hormona del crecimiento y el resultado no fue bueno. Wadlow murió a los 22 años por los problemas causados por una ampolla infectada causada por el roce de los arneses que llevaba para ayudar a sostener su formidable peso, más de 222 kilos.

 

En la evolución humana, somos probablemente los más grandes de las especies de homininos conocidas, pero si ampliamos un poco el foco evolutivo, perdemos sin duda el puesto más alto del pódium y ahí aparece un primate con un nombre revelador: Gigantopithecus blacki. «Pithecus» significa «mono» y el resto es fácil de traducir  aunque ese blacki del nombre no hace referencia a ningún color sino a Davidson Black, un antropólogo canadiense que había estudiado la evolución humana en China y había fallecido el año anterior, y al que quiso homenajear Ralph von Koenigswald, el antropólogo alemán que hizo la primera descripción del «mono gigante» en 1935. 

 

La historia del descubrimiento parece extraída de una película de Indiana Jones. Von Koenigswald no encontró al nuevo primate en una excavación sino en una farmacia de Hong Kong donde aquellos fósiles eran vendidos como «huesos de dragón» para usarlos como remedio en la medicina tradicional china. En realidad, eran dos terceros molares inferiores y lo que llamó la atención del paleoantropólogo fue su enorme tamaño, pues medían 20 x 22 milímetros, lo que cuadruplica o quintuplica el tamaño de los terceros molares de un humano como nosotros. Von Koenigswald siguió su búsqueda y pudo encontrar y comprar más dientes en otros establecimientos pintorescos, deduciendo de las entrevistas con los boticarios que aquellos restos fósiles tenían que proceder de la zona de Cantón o de Guangxi.

 

 

Von Koenigswald era alemán, pero en 1931 se había unido como paleontólogo a los investigadores del Servicio geológico holandés que trabajaban en Java. Durante años llevó a cabo excavaciones en el río Solo, en Sangiran y en Modjokerto. De aquellas campañas surgieron importantes especímenes que cambiarían el estudio de la evolución humana, pero los investigadores habían establecido una oferta de pagar a los ayudantes locales «a tanto la pieza» y estos rompían los fósiles que encontraban en múltiples trozos para obtener mayor beneficio. La asociación de Von Koenigswald con los holandeses hizo que fuera capturado por los japoneses durante la II Guerra Mundial. Ante la inminente llegada de las tropas niponas escondió los fósiles, menos uno que fue presentado como botín de guerra al emperador Hirohito y fue recuperado después de la guerra. El alemán/holandés pasó el resto de la guerra en un campo de concentración para prisioneros de guerra, a pesar de ser un civil. Sus descubrimientos fueron publicados inicialmente por otro colega, que creyó que había muerto a manos de los japoneses. Finalmente en 1952 pudo describir adecuadamente el espécimen tipo de la nueva especie y poco después, en 1956, apareció en Liechung la primera mandíbula y mil dientes más que, junto a la aparición posterior de nuevos yacimientos, confirmaron sus observaciones.

 

Pero volvamos a Gigantopithecus. El mono gigante vivió en el sudeste de Asia desde hace unos 2 millones de años hasta hace unos 350.000. Su localización geográfica coincide con las actuales China, Vietnam, Tailandia e Indonesia. Prácticamente todos los fósiles conservados son mandíbulas y dientes y se cree que otros elementos del esqueleto fueron consumidos por puercoespines antes de que pudieran fosilizar. Por un tiempo se afirmó que Gigantopithecus era un hominino, un miembro de la línea humana, pero ahora se cree que estaba estrechamente relacionado con los orangutanes, clasificados los dos en la subfamilia Ponginae.

 

Hasta hace poco, en las especies con pocos fósiles estas relaciones de linajes sólo se podían establecer con claridad utilizando el ADN. Sin embargo, el ADN antiguo se degrada rápidamente y no es lo mismo las condiciones de temperatura y humedad en la cueva de Denisova en Siberia, que en las selvas del sudeste asiático donde estuvo el mono gigante. Los investigadores creen que, incluso en condiciones óptimas de frío y sequedad, el material genético no dura más de un millón de años, mientras que en las condiciones cálidas y húmedas del sur de China, donde se han encontrado la mayoría de los fósiles de Gigantopithecus, es probable que el ADN no sobreviva más de 10.000 años.

 

La solución ha venido de manos de la paleoproteómica, o análisis de proteínas antiguas. Las proteínas pueden durar millones de años y los investigadores pueden extraerlas y secuenciarlas de forma similar al ADN. Las primeras investigaciones paleoproteómicas se centraron en el colágeno, presente en huesos y otros tejidos. Sin embargo, más recientemente, los científicos se han centrado en el esmalte dental, que contiene muchas proteínas. Cada una de ellas, con el tiempo, acumula cambios sutiles en su secuencia de aminoácidos de manera parecida a como el ADN adquiere mutaciones. Aunque la información obtenida no es tan detallada como la de un genoma, puede ser suficiente para determinar el grado de parentesco con otras especies y, a partir de ahí, trazar la historia evolutiva del animal lo que ha confirmado que el pariente actual más cercano al extinto Gigantopithecus es el orangután.

 

Aunque la escasez de fósiles hace que todo sea un poco especulativo, se cree que Gigantopithecus sería un animal sexualmente dimórfico, con los machos mucho más grandes que las hembras, algo común entre los grandes simios, y que los ejemplares más grandes alcanzarían los 200-300 kg, con una altura en torno a los tres metros.

 

A pesar de ese aspecto potencialmente aterrador, los dientes conservados, con una capa de esmalte enorme, de hasta 6 mm de espesor, sugieren una dieta herbívora, con una dentición adaptada para cortar, moler y aplastar plantas fibrosas y potencialmente abrasivas, como las de troncos, hojas y tubérculos, de ahí la importancia de contar con esa dentadura poderosa. La desaparición del mono gigante se ha asociado con el cambio climático y con la expansión y potencial actividad depredadora de humanos arcaicos, hay datos de coexistencia de Gigantopithecus blacki y Homo erectus en la misma cueva (Tham Khuyen, Vietnam), dos temas que nos deben hacer reflexionar. 

 

Hay otro lugar donde subsisten los primates gigantescos: en la mitología. El basajaun vasco, el yeti asiático, el bigfoot norteamericano y otros, son todos primates muy grandes, con mucho pelo, fuertes y ágiles, con lo que algunos recuerdan al Gigantopithecus, aunque sorprende su timidez y que les guste tan poco aparecer en fotos y películas ahora que todos llevamos una cámara en el bolsillo. La ciencia es maravillosa y sorprendente y, en mi opinión, no necesita recurrir a los seres imaginarios, pues estos tienen ya un lugar maravilloso en los cuentos, las leyendas y la literatura.

 

 

Para leer más:

 

  • Ciochon R, Long VT, Larick R, González L, Grün R, de Vos J, Yonge C, Taylor L, Yoshida H, Reagan M (1996) Dated co-occurrence of Homo erectus and Gigantopithecus from Tham Khuyen Cave, Vietnam. Proc Natl Acad Sci U S A 93(7): 3016-3020.
  • Tarlach G (2019) Ancient Proteins Tell Story Of Gigantopithecus, Largest-Ever Primate. Discover Magazine https://www.discovermagazine.com/planet-earth/ancient-proteins-tell-story-of-gigantopithecus-largest-ever-primate
  • Welker F, Ramos-Madrigal J, Kuhlwilm M, Liao W, Gutenbrunner P, de Manuel M, Samodova D, Mackie M, Allentoft ME, Bacon AM, Collins MJ, Cox J, Lalueza-Fox C, Olsen JV, Demeter F, Wang W, Marques-Bonet T, Cappellini E (2019) Enamel proteome shows that Gigantopithecus was an early diverging pongine. Nature 576(7786): 262-265.