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Publicado el 02 de enero de 2015 por María Martinón

“Pongo erectus”

Por una suerte de distancias geográficas, lingüísticas, culturales e históricas, las investigaciones sobre la evolución humana en Asia han estado desconectadas de las teorías que se desarrollaban en la ciencia anglosajona. En estas hipótesis evolutivas el gran continente asiático tenía una historia propia pero “secundaria”, que poco tenía que aportar al guión principal. H. erectus en sentido estricto (sensu strictu o s.s.) era un enorme dead-end, un callejón evolutivo sin salida, una especie humana propia de la fracción más oriental de Eurasia, una historia que comenzaba y acababa allí.

 

Tan extendido era este discurso que confieso que, bastante avanzada en mi tesis doctoral, en ese momento de ingenua e ignorante euforia en que uno cree que sabe mucho, llegué incluso a plantearme no incluir H. erectus asiático en mi estudio porque en realidad poco tenía que aportar a la historia primordial, referida por supuesto a H. sapiens y H. neanderthalensis, y repartida (creía) entre África y Europa sin mayor complicación. Con cierto incomodo obedecí a la sugerencia de José María Bermúdez de Castro de incluir en mi comparación a H. erectus asiático, cuyas muestras entonces se restringían prácticamente a los desaparecidos (pero providencialmente dibujados por Weidenriech) fósiles de Zhoukoudian, las muestras de Trinil y las de Sangiran. Fue entonces cuando el epicentro del Big Bang humano del Pleistoceno se desplazó de África a Asia y sugerimos, tras un estudio de más de 5.000 dientes y publicado en PNAS en el año 2007, que Asia había tenido más peso que África en el poblamiento de Europa. Asia no estuvo desconectada del resto de la tierra durante el Pleistoceno, y precisamente comprender bien la variabilidad del registro fósil asiático puede darnos pistas sobre en qué momento se establecieron esas conexiones, cuándo pudo producirse el intercambio e (in)migraciones de homínidos entre Asia y el resto del planeta.

 

Además de las poblaciones que se han asignado de forma clásica a H. erectus, como las de Zhoukoudian, Sangiran o Chaoxian, existen voces que apuntan a la existencia de otras paleodemes del Pleistoceno Medio, como las representadas en los yacimientos de Dali y Yunxian, que constituyen una forma humana más derivada que no encajaría en el concepto clásico de H. erectus y para las que algunos han sugerido el nombre de H. heidelbergensis (sea lo que sea este taxón tan dispar, elástico y confuso). Quizá pudiéramos incluir entre estos los dientes fósiles hallados en Panxian Dadong, un yacimiento del Pleistoceno Medio del sur de China, cuyo estudio nos ha revelado unas características morfológicas y unas dimensiones que distan bastante de las exuberantes formas habitualmente halladas en H. erectus s.s.

 

El súmmum de la “exuberancia erectus”, desde el punto de vista dental, lo podemos encontrar en los dientes de Hexian, un yacimiento del Pleistoceno Medio del este de China, donde además de varios dientes aislados, y un fragmento mandibular con dientes se ha encontrado un cráneo prácticamente completo. La primera vez que vi los dientes de Hexian fue tal el fogonazo visual que casi se me funden las pupilas. Envié a José María la descripción preliminar que nuestros colegas habían hecho de aquellos dientes y le dije que si no tenía tiempo de leerla aún, que por lo menos echase un vistazo a “los santos”. “¡Los demonios, dirás!”, me contestó. Hexian presenta las características erectus llevadas casi al extremo, la divergencia y robustez de sus raíces, los cíngulos exagerados hasta en incisivos, las crenulaciones o arrugas de su esmalte y su dentina, las crestas dobles en sus premolares y las formas trapezoidales de sus molares. Es explosivamente erectus, toda una celebración de las posibilidades del esmalte y la dentina en esta parte del planeta. Y de ahí el título de este post. Ese es el apodo cariñoso e irónico con el que nos referimos a los dientes de Hexian durante su estudio. Se trata de guiño de humor a las dificultades que hay detrás de la publicación de cada artículo científico. Y es que una vez concluido el esfuerzo del estudio, los investigadores entran en la etapa de intentar publicarlo, ya que lo que no se publica no existe.

 

Publicar en una revista de prestigio significa que sometes tu trabajo al juicio de (idealmente) los expertos en ese tema, quienes con sus críticas deberían conseguir que el estudio salga reforzado ganando calidad, rigor y también claridad en el mensaje. Como en la vida también en ciencia “no basta con ser bueno, sino que también hay que parecerlo”, y no se puede escatimar en esfuerzos para que lo que uno propone (además de ser cierto) aparezca lo suficientemente respaldado por las evidencias disponibles y cualquier duda razonable sea despejada. La revisión del artículo sobre los dientes humanos de Hexian, ha sido de las que uno recordará por su historia peculiar y por el trabajo que nos ha dado. Así, y tan sorprendente como pueda parecer, algunos revisores han planteado la necesidad de “demostrar que son humanos”, y que no pertenecen al género Pongo, al presentar ciertos rasgos a los que no estamos acostumbrados por estos lares.

 

Cierto es que hay varios dientes fósiles aislados encontrados en otras localidades asiáticas, de cronologías más antiguas, cuya naturaleza humana sigue siendo discutida. Y en esos casos, además, estoy de acuerdo. Pero en el caso de Hexian estamos hablando de una serie de dientes, asociados al hallazgo de otros restos fósiles, incluido un cráneo de indiscutible naturaleza humana, y que dentalmente presentan rasgos “no comunes” en los homínidos de Europa y África, pero sí en Asia. Además, las localidades en las que hasta ahora se han localizado fósiles de orangutanes, como Guangdong, Guangxi, Guizhou y Yunnan estarían lejos del Hexian, una región en la que hasta ahora no se ha encontrado ningún resto perteneciente al género Pongo.

 

Pero gracias a los más escépticos nos hemos visto obligados a aprender y estudiar sobre orangutanes actuales y extintos, sobre cómo sus dientes pueden diferenciarse de los humanos en su forma, tamaño, el grosor de sus tejidos, la altura de sus cúspides y un largo sinfín de variables con las que defender el “honor” de los pobres humanos de Hexian.

 

En cualquier caso esta anécdota es sintomática de lo poco que se conoce todavía sobre la variabilidad de las poblaciones humanas asiáticas, a pesar de que H. erectus ha sido la especie más reconocida y mentada desde los albores de la paleoantropología. Decía Paul Éluard: “Hay otros mundos, pero están en este”. Aviso a navegantes. Hay otras formas de ser humano, pero también lo son. Xing, S., Martinón-Torres, M., Bermúdez de Castro, J.M., Zhanga, Y., Fanc, X., Zhengd, L., Huange, W., Liua, W. 2014. Middle Pleistocene hominin teeth from Longtan Cave, Hexian, China. PlosOne Martinón-Torres, M., Bermúdez de Castro, J.M., Gómez-Robles, A., Arsuaga, J.L., Carbonell, E., Lordkipanidze, D., Manzi, G., Margvelashvili, A. 2007. Dental evidence on the hominin dispersals during the Pleistocene. Proc Natl Acad Sci USA 104: 13279-13282. Liu, W., Schepartz, L.A., Xing, S., Miller-Antonio, S., Wu, X., Trinkaus, E., Martinón-Torres, M. 2013. Late Middle Pleistocene hominin teeth from Panxian Dadong, South China. Journal of Human Evolution 64, 337-355.